jueves, 8 de diciembre de 2016

Black Mirror, un espejo perturbador



Hace unos 10 años, un docente investigador que dictaba una materia en la maestría de Metodología de la Investigación Científica de la Unla. nos contaba una experiencia sobre la ciudad inglesa de Birmingham. Estaba referida a que toda la ciudad puede ser vista a través de sus cámaras en las calles. Ante la cara de estupor del auditorio, el docente aclaro lo siguiente; el ciudadano inglés lejos de sentirse vigilado y perseguido, avala estos dispositivos como consecuencia de la sensación de terror e inseguridad. Un discurso había triunfado, El capítulo inicial y el de cierre de la serie inglesa Black Mirror parece mostrar como ese sueño de seguridad se torna ominoso.     

Black Mirror inquieta al espectador porque quizás no le esté mostrando como las mayorías de los productos de ciencia ficción, un futuro apocalíptico en sistemas totalitarios y asfixiantes, sino, algo más cercano al sentimiento que Freud denominó “siniestro”, es decir, algo tan familiar, íntimo y cercano que se torna ominosamente desconocido.  

En el futuro muy cercano de Black Mirror se ve la objetivación de la subjetividad actual a través de los resultados y efectos de la ciencia y la técnica anudados a objetivos de control social, biopolítica, y  biopoder, pero se podría ir un poco más allá. Ya no solo es la búsqueda del control y la colonización de la subjetividad para la mercadotecnia o el control social,  lo que perturba en esta fascinante serie, lo que se puede leer aquí, no es  la alienación a un sistema donde no hay lugar para elección ni acontecimientos ni deseos singulares por sujetos sometidos por un tirano loco con sueños de dominar el mundo, (porque de hecho, esos  tipos de sueños totalitarios ya pertenecen a la tradición de la mejor literatura del género) sino la objetivación del control de los hilos de la cosa por una lógica fuera de control, en algunos casos, es la inteligencia artificial, en otros, simplemente  el epílogo de lo humano.

Por eso lo que conmueve de esta serie, no es la distancia con ese futuro cercano desde el punto de vista tecnológico, sino el presente de la colonización  de la subjetividad. Todo lo que muestra la serie inglesa ya sucede en el lazo social, solo que quizás, de manera todavía un poco torpe y desprolija, solo por falta de desarrollo tecnológico, es decir, una cuestión de tiempo.
Todos los planteos en cada uno de los capítulos de las tres temporadas ilustran la subjetividad actual desde una mirada algo adelantada tecnológicamente,  lo que inquieta es la lógica imperante.


La teoría de la singularidad tecnológica leída con el ruido de fondo de lo Real en Lacan (leer a  Bob Chow) (1) ese resto no procesable, es uno de los horizontes que esta serie nos muestra como espejo negro del presente.

¿Acaso no es posible reproducir “el perfil” de alguien ya fallecido tomado toda su memoria virtual? ¿Cuántas veces cambia de perspectiva seriamente alguien a lo largo de su vida? ¿En qué consisten muchas sobremesas y otras conversaciones obligadas, no se repiten los mismos asuntos y anécdotas una y otra vez y todos actúan como si nunca las hubieran escuchado?
¿Acaso no suceden ya los linchamientos mediáticos a través de hashtag reaccionarios que postulan una víctima en donde miles de personas descargan su odio sin el menor análisis ni compromiso?
¿Qué subjetividad producen los medios hoy? Estar a favor o en contra de algo y no mucho más.
¿No tenemos ya en nuestros juicios y prejuicios categorizadas a las personas según su perfil en las redes?
¿Cuánto tiempo hace que la intimidad en la red puede ser violada y luego con los datos de la víctima someterla a las más variadas humillaciones?
¿No es el sueño del consumidor de autoayuda tener una voz (real) de un “ coaching” en su  cabeza que le dicte que hacer en determinadas circunstancias cotidianas de la vida porque no puede con la suya?
¿La mayoría de las personas no reclaman justicia (en el mejor de los casos cuando no es venganza) en los programas de espectáculo televisivo? 
¿Qué otra cosa serían las sentencias certeras que tenemos del Otro, sino un lente implantado a través de un deseo que no es nuestro? ¿Qué costo hay que pagar para poder desarmar ese cristal?
¿Qué pasaría si como efecto de la tecno-ciencia anudado al discurso capitalista, como esa torsión del discurso del Amo, que en un momento planteó Lacan nos permitiera de algún modo evitar las pérdidas con algún simulacro de consuelo?
¿Y si tuviéramos la posibilidad de disponer de la memoria de Funes el memorioso de Borges, a nuestra disponibilidad ver una y otra vez cada cosa qucue hemos vivido? ¿Acaso el mercado no apunta sus cañones ahí? Vivimos por la capacidad (humana) del olvido, la lógica mercantil promete dos grandes sueños; la nostalgia permanente con la repetición como brazo armado,  y con la desaparición de los rituales de duelo en occidente, negar la muerte. Podría decirse, el pasado repetido al infinito y el futuro eterno, dos formas de distraer el presente. 

¿Y si  el mundo financiero global implanta gerentes de sus intereses como presidentes, no podrían imponer un personaje virtual animado como el ejemplo extremo de la anti-política?


¿Qué miran los padres en los actos escolares de sus hijos, a sus hijos o las pantallas de sus dispositivos móviles? Es más imperioso "registrar" que tener la experiencia. (2)

En la biografía de Philips Dick que escribió magistralmente Emannuel Carrere se lee en la pág. 135

La colonización marciana ha provocado un aumento de la producción de androides, tanto es así que en 1992 hay tantos androides como automóviles en los EEUU de los años sesenta. Algunos son rudimentarios, simples máquinas con movimientos y rostro humano o flias de vecinos para uso de colonos alejados, por una modesta suma podemos instalar cerca de casa una flia Smith o Scrugart  al completo, George el padre, lee el periódico y corta el césped, Fran la madre que prepara tarta de arándanos  todo el santo día, Bas y Pat, los hijos, y Merton el perro de caza alemán, opcional .Aunque cada una de estas máquinas cuente tan solo con una decena de respuestas, no dejan empero, de ser una compañía, además argumentan los vendedores, ¿Acaso las conversaciones con nuestros vecinos humanos, son mucho más extensas? (3)   
Podemos ver en Blad Runner (magistral película basada en la novela de Philip K. Dick, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”) lo siniestro cuando el androide se descubre androide. Hoy podríamos decir sin forzar mucxho la analogía que creyéndonos humanos actuamos como androides.

Leer a Black Mirror con Blade Runner es como una banda de Moebius donde se desdibuja y ya no es reconocible el límite de lo humano con lo tecnológico, cyborg funcionando en una lógica que se exilió del comando humano. Black Mirror muestra esa vulnerabilidad a la que nadie parece escapar, ni el primer ministro de una potencia mundial. (Cap 1 de la temporada 1)



Por suerte en esta parte de occidente, todavía nos creemos humanos (como si eso en sí mismo fuera un gran valor para destacar, la historia es contundente mostrando lo contrario) y dueños de nuestros actos, deseos y opiniones, y será así hasta que pasemos la mayor parte de nuestro tiempo chequeando en las diversas pantallas nuestro handicap social, nuestra salud, las recetas de todo tipo, principalmente las de felicidad, las fotos de los viajes de nuestros amigos y extraños. Las relaciones sociales y la vida cotidiana de nuestro objeto de deseo a conquistar para tener más garantías de evitar un fracaso. Cuando los padres en los actos escolares de sus hijos miren a través del celular y no a sus hijos. Cuando ya no leamos. Cuando al rating televiso se lo lleven los concursos de todo tipo. Cuando la política sea un show. Cuando no podamos estar quietos, ni solos. Cuando se juzgue en los medios y no en la justicia, cuando las denuncias sean espectáculos. Cuando los canales de televisión informen antes de cada noticiero con un cartel que diga, “contenido no apto para menores”. Cuando todo esto suceda, seremos androides creyéndonos humanos. Pero todavía falta mucho para eso.  


Notas.


1) Las cuatro novelas editadas de Bob Chow, hacen alguna referencia a la teoría de la singularidad tecnológica de varias formas, pero en su última novela, "Todos contra todos y cada uno contra sí mismo" Ed. La Bestia Equilátera. 2016, es la más clara al respecto.   

2) Escena magistral del cap 1 de la temporada tres, cuándo la protagonista "registra" y sube a la red una foto de lo que todavía no probó que por cierto luego le resulta desagradable. 
3) Yo estoy vivo y vosotros estais muertos.  Emmanuel Carrere. Versión E-pub. Pág 135