jueves, 21 de mayo de 2015

ABUSO DE SENTIDO COMÚN

Artículo publicado en el diario La Nación.


Es poco comprensible, aunque sean expresiones para los medios, que jueces, fiscales, y todo tipo de profesionales de la justicia usen como argumento a favor o en contra de algo, “el sentido común”. En este caso puntual, la crítica generalizada está centrada, lógicamente, en la sentencia de los jueces que redujeron la pena al victimario revictimizando al niño y su flia. Quizás no sea lo más urgente señalar los argumentos de la opinión del fiscal, que ojalá haya sido solo para los medios de prensa, referida a que los camaristas “no respetaron el sentido común ni los hechos”. Desde una perspectiva algo más rigurosa, es muy posible que esos dos jueces hayan obrado con demasiado sentido común y no conforme al derecho. Se podrían enumerar muchas características predominantes de este sentido compartido tan aclamado como un valor positivo de argumentación, pero para señalar solo algunas podríamos decir que;   
1)      Sentido común; es el saber de los sentidos,
2)      Por ende es engañoso,
3)      No opera conforme al pensamiento crítico,
4)      Es el saber del café, del saber compartido por los legos
5)      Es intuitivo, es decir, inverso al razonamiento científico
6)      Es el saber que se naturaliza por hábito
7)      El saber que se repite, que solo necesita difusión, sin reflexión, ni análisis.
8)      Permite la coexistencia de enunciados contradictorios
El sentido común es hijo de los ritos y costumbres de cada época, sociedad y cultura, es el saber compartido, no solo el más común de los sentidos para desgracia de la ciencia, el arte y el pensamiento, sino que además genera pereza mental ofreciendo certeza, esas certezas que muchas veces, sobre todo en comunicadores de medios masivos, dice sostenerse en la naturaleza humana como si hubiera tal cosa. Ese sentido naturalizado proclama que los nenes vayan con las nenas porque todo lo que sale de ese hábito, es anormal, etc.
La propia lógica del sentido común instaló la idea que éste sentido es criterio de razón suficiente para sostener una posición incuestionable.
Ese es el sentido común que, por lo menos, profesionales que hayan pasado por la universidad deberían dejar de citarlo como fuente de autoridad para sus argumentos.
Como bien sostiene M. Benasayag;
 “la desvinculación, característica del sentido común, al permitir la coexistencia de enunciados contradictorios “a disposición” de los individuos, crea y facilita el sentimiento de irresponsabilidad en relación con los actos, rechazando toda exigencia ética de coherencia y de responsabilidad. Estos enunciados que se presentan como “naturales” no podrían en consecuencia ser interpretados como elecciones subjetivas”  (1)

¿Acaso la filósofa mediática de gran parte de la clase media más antigua de los mediodías no le preguntó a uno de sus invitados gay, si no era más probable que una pareja homosexual abusara de un menor que una pareja hetero? (va de memoria, puede fallar) eso es sentido común.

La opinión del fiscal que titula la nota del diario además de sostenerse en la lógica del sentido común, como agravante de la argumentación cita como fuente de certeza a “los hechos”. La citada hasta el cansancio sentencia de Nietzsche; “No hay hechos, sino solo interpretaciones” viene muy bien en este caso para recordar que precisamente en el campo del derecho (como casi en todo lo concerniente a lo humano) se trata de interpretaciones de la ley, y las interpretaciones están fundadas y no justamente en el sentido común, sino y por suerte para los ciudadanos, en estudios multidisciplinarios para tener con la mayor precisión posible las herramientas de interpretación.
Ni los hechos, ni el sentido común son argumentos epistemológicos válidos ni respetables para criticar este aberrante fallo de los dos jueces, justamente pareciera que la interpretación que hacen del “hecho” son síntomas del sentido común imperante. Habiendo tanta argumentación jurídica, multidisciplinar seria y compleja, en este caso se cita (para los medios, claro, esperemos que no sea así en los escritos del expediente) al tan aclamado sentido común.
1)       M. Bensasayag. E. Charlton. Esta dulce certidumbre de lo peor. Nueva Visión.1993. Pág. 162.