Es poco comprensible,
aunque sean expresiones para los medios, que jueces, fiscales, y todo tipo de
profesionales de la justicia usen como argumento a favor o en contra de algo,
“el sentido común”. En este caso puntual, la crítica generalizada está centrada,
lógicamente, en la sentencia de los jueces que redujeron la pena al victimario
revictimizando al niño y su flia. Quizás no sea lo más urgente señalar los argumentos de la opinión del fiscal, que ojalá haya sido solo para los
medios de prensa, referida a que los camaristas “no respetaron el sentido común
ni los hechos”. Desde una perspectiva algo más rigurosa, es muy posible que esos
dos jueces hayan obrado con demasiado sentido común y no conforme al derecho. Se
podrían enumerar muchas características predominantes de este sentido compartido tan
aclamado como un valor positivo de argumentación, pero para señalar solo
algunas podríamos decir que;
1)
Sentido común; es el saber de los sentidos,
2)
Por ende es engañoso,
3)
No opera conforme al pensamiento crítico,
4)
Es el saber del café, del saber compartido por los
legos
5)
Es intuitivo, es decir, inverso al razonamiento
científico
6)
Es el saber que se naturaliza por hábito
7)
El saber que se repite, que solo necesita difusión, sin
reflexión, ni análisis.
8)
Permite la coexistencia de enunciados contradictorios
El sentido común es hijo
de los ritos y costumbres de cada época, sociedad y cultura, es el saber compartido,
no solo el más común de los sentidos para desgracia de la ciencia, el arte y el
pensamiento, sino que además genera pereza mental ofreciendo certeza, esas certezas que muchas veces, sobre todo en
comunicadores de medios masivos, dice sostenerse en la naturaleza humana como
si hubiera tal cosa. Ese sentido naturalizado proclama que los nenes vayan con las
nenas porque todo lo que sale de ese hábito, es anormal, etc.
La propia lógica del
sentido común instaló la idea que éste sentido es criterio de razón suficiente
para sostener una posición incuestionable.
Ese es el sentido común
que, por lo menos, profesionales que hayan pasado por la universidad deberían
dejar de citarlo como fuente de autoridad para sus argumentos.
Como bien sostiene M.
Benasayag;
“la desvinculación, característica del sentido
común, al permitir la coexistencia de enunciados contradictorios “a
disposición” de los individuos, crea y facilita el sentimiento de
irresponsabilidad en relación con los actos, rechazando toda exigencia ética de
coherencia y de responsabilidad. Estos enunciados que se presentan como
“naturales” no podrían en consecuencia ser interpretados como elecciones
subjetivas” (1)
¿Acaso la filósofa
mediática de gran parte de la clase media más antigua de los mediodías no le
preguntó a uno de sus invitados gay, si no era más probable que una pareja
homosexual abusara de un menor que una pareja hetero? (va de memoria, puede
fallar) eso es sentido común.
La opinión del fiscal
que titula la nota del diario además de sostenerse en la lógica del sentido
común, como agravante de la argumentación cita como fuente de certeza a “los
hechos”. La citada hasta el cansancio sentencia de Nietzsche; “No hay hechos,
sino solo interpretaciones” viene muy bien en este caso para recordar que
precisamente en el campo del derecho (como casi en todo lo concerniente a lo
humano) se trata de interpretaciones de la ley, y las interpretaciones están
fundadas y no justamente en el sentido común, sino y por suerte para los
ciudadanos, en estudios multidisciplinarios para tener con la mayor precisión
posible las herramientas de interpretación.
Ni los hechos, ni el
sentido común son argumentos epistemológicos válidos ni respetables para criticar
este aberrante fallo de los dos jueces, justamente pareciera que la interpretación
que hacen del “hecho” son síntomas del sentido común imperante. Habiendo tanta
argumentación jurídica, multidisciplinar seria y compleja, en este caso se cita
(para los medios, claro, esperemos que no sea así en los escritos del
expediente) al tan aclamado sentido común.
1) M. Bensasayag. E. Charlton. Esta
dulce certidumbre de lo peor. Nueva Visión.1993. Pág. 162.
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