late,
late, late… aunque nunca encuentre un cuerpo que la habite…
L.A.Spinetta. preso ventanilla.
Uno siempre se enamora de un fantasma.
Sigmund Freud
Sigmund Freud
La película Ella, (Her) de Spike Jonze, es
una magistral historia de amor.
Theodore padece esa relación como cualquier víctima
del amor, ese vínculo que en principio
es tan singular pero que de a poco revela todos los condimentos del
malentendido amoroso.
No es posible realizar un análisis binario
virtual/real en ningún aspecto de la historia y muchos menos desde un
reduccionismo psicoanalítico que solo abordaría la cuestión a través de la
fascinación de la voz como objeto. Creo que la historia de este film ofrece
bastante más elementos de análisis.
Theodore se enamora de ella, además del
fetiche, de la idealización que se efectúa (no puede haber enamoramiento sin
idealización) se produce el enamoramiento, al menos el de Theodore como
erastés, a medida que progresa la fascinación no solo por su voz, sino además,
por lo que él cree que ella es y el lugar que viene a ocupar en su vida, en ese
momento de duelo por su ex esposa.
En el momento del enamoramiento el protagonista
no escucha, no advierte o no quiere saber lo que sabe, es decir, que ella es singular,
pero no exclusiva. El malentendido a la orden del día.
El director, Spike Jonze, dijo: ¨…esta película habla sobre la relación con
la tecnología, sobre el deseo y la necesidad de tener una relación íntima y las
cosas que se interponen todo el tiempo en el camino…¨ (1) ¿Qué cosas se
interponen? Todas aquellas que hacen al malentendido estructural de cualquier
relación amorosa.
La película muestra un futuro muy cercano con
gadgets más sofisticados de lo que hoy ya existen con soportes más
rudimentarios pero que cumplen exactamente la misma función, no se observa
ningún adelanto tecnológico que cumpla una nueva función de lo que hoy tenemos
en el mercado, solo que de manera más tosca, en el film se ven objetos más
adaptados ergonómicamente y no existen cables, es decir, hacia donde se dirige
todo adelanto tecnológico en lo que a comunicaciones se refiere.
En la escena donde una chica anónima intenta
poner cuerpo a la voz de Samantha, es otra manera de la fantasía necesaria para
que el acto sexual acontezca. En el caso particular de ésta película, la
tercera en cuestión le pone el cuerpo a las fantasías, al menos lo intenta.
Theodore no puede. Dice que no es ella. Parafraseando la canción de Spinetta no
es ese el cuerpo que habita la voz de Samantha, ¿A caso en nuestra realidad no existen actos
sexuales mediatizados por fantasías? ¿No es esa la condición por excelencias de
los actos sexuales humanos, justamente aquello que nos diferencia de nuestros
parientes los animales?
El sexo y el amor no solo no van
necesariamente de la mano, sino por el contrario cuando sucede aparece como
acontecimiento.
Theodore se desenamora cuando se entera que
ella no es lo que esperaba, cuando en realidad siempre supo lo que ella era.
Cegado por el amor, necesariamente idealizado, creyó en el tiempo de su
enamoramiento en el ideal amoroso de completud, el protagonista en ningún
momento se le ocurre preguntarle en el comienzo de la relación si ella era
exclusiva de él. Una vez más cuando todo parecía indicar que Theodore
encontraba el objeto de su falta a su medida, entra en escena el malentendido. Los
negadores de la falta como reza el popular grafitti feminista francés: ¨Una mujer sin un hombre es como un pez sin
bicicleta¨ hace referencia a un ideal de completud.
¨las moscas van con las moscas, el gallo con
las gallinas, el vecino con la vecina…el amor tiene más que ver con un pez muy
original al que le gusta una bicicleta y con una bicicleta que sueña vivir con
un pez¨(2)
El acontecimiento amoroso hace posible que un
pez se enamore de una bicicleta y que a veces funcione.
¿Quién se atreve a cuestionarle lo verdadero
de su amor a Theodore?
El arte sigue mostrando el camino, como en
esta exquisita película, que la apuesta amorosa insiste contra todo ideal de
completud y armonía.
(1) Entrevista a
Spike Jonze, revista Los Inrockuptibles 189. Pág, 44
(2) M.
Benasayag. E. Charlton. Crítica de la felicidad. Pág 100 ed. Nueva visión. Año
1989.
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