martes, 10 de agosto de 2010

Mi experiencia con Toy Story



(ACLARACIÓN: Se revelan datos sobre el final de la película Toy Story 3)




Me encontré con Toy Story hace algunos años cuando trabajé en una escuela que en la jerga educacional suelen denominar "urbano marginal". En esa escuela los juguetes eran en su mayoría donados entre libros inservibles (textos escolares, inútiles por desfasados) y ropa vieja.

De ese modo comenzó mi relación con esa saga magistral de Pixar, esa empresa que por un lado revoluciona el cine con la tecnología digital, pero con la eficacia clásica de un muy buen relato.

Buscaba en aquella época una película alternativa a la conservadora Rey León de Disney. Que se solía pasar en los colegios por el asunto de abordar la muerte (que problemas que se hacen los adultos con la muerte y cómo explicárselas a los niños, ¿no?) Cuando en realidad a decir de un amigo, esa película reproduce la idea del que nace León hereda el reino, solo por el hecho de haber nacido. Una idea bastante fulera en el contexto de aquella escuela. Entonces, de ese modo me encuentro con esos juguetes políticamente incorrectos. Así en Toy Story es a través de las fallas, las roturas, sus vanidades, deseos de protagonismo, de heroísmo y con aquello que no andaba en lo envejecido de esos juguetes con vida, (¿quién no fantaseo con esa idea alguna vez?) me parecía una película dignísima de ver con los chicos acostumbrados a convivir con juguetes hechos mierda, donaciones que no cuestan nada, es decir, restos de limpieza. Y quizás disciplinados en la ética de la naturaleza humana tipo Rey León, si naces acá (pobre de casi todo) tu destino es inexorable.

Son bien conocidos en el mundo educativo, y fundamentalmente en los contextos marginales, los ¿conceptos? de inclusión, escuela inclusiva, respeto por la diversidad cultural, capacidades diferentes, etc. Los docentes siempre inmersos en esa Babel nosológica que intenta disimular lo que es más humano, las diferencias. Todavía hoy se suele escuchar a algún docente recitar ese slogan “acá somos todos iguales”.

Hoy asistimos a una avalancha de juguetes "pedagógicos" que incitan a los niños a seguir aprendiendo, en lugar del juego libre. ¡A aprender jugando! Así en la época del juguete útil, pedagógico, esa extraordinaria película ponía en escena a una banda de juguetes al borde del abandono, del maltrato, que enfrentaban las situaciones más complejas en equipo, en grupo, con el ingenio como herramienta de supervivencia. El juguete como medio para la imaginación, la fantasía y el juego libre.

Cuando apareció Toy Story 2 la esperé con el prejuicio lógico de las segundas partes. Felizmente sorprendido. Pixar lo habían hecho nuevamente. Esta vez el peligro es el destino de colección, los juguetes son para jugar gritaban aquellos héroes, siempre comandados por el inefable Woody, ese vaquero escuálido que corporiza al héroe clásico,(podría leerse como el reverso del icono criminal John Wayne) y su amigo Buzz Lightyear, un robot volador con delirios de grandeza casi psicótica (en la primera, cree que es Buzz y no su representación de juguete) que no se achica nunca. (Atención al reseteo de Buzz en la 3°, Buzz convertido al español, es una hallazgo de ingenio extraordinario) estos dos líderes protagónicos, clásico y moderno, y en el medio una galería exquisita de diversos tipos de juguetes, desde los entrañables soldaditos, que en la tercera parte parecen huir para otra guerra, hasta ese perro con lomo de resorte, la infaltable barbie, y el Sr y la Sra. cara de papa portando un montón de atributos intercambiables. Hasta el miedoso dinosaurio Rex.

Pixar ya marcaba la diferencia y lo estaba haciendo con otras perlas por el estilo como esa belleza de Monster Inc. o Bichos, Buscando a Nemo, Cars, o Wall-e. Pero volvieron los juguetes animados otra vez, y según la crítica especializada, la cereza de la torta a esta saga formidable.

Siempre me pasa lo mismo con este tipo de películas, me distraigo con los detalles, cuando las vuelvo a ver, no solo por un placer infantil y neurótico de la repetición, sino por otras varias razones, una de ellas, es la paternidad, a veces tengo el "sacrificio" de reverlas con mis hijas, es ahí donde siempre termino descubriendo mas detalles que he dejado pasar debido a mi incapacidad analítica, o por la fascinación que me produce esa forma narrativa que en esta multiplicidad de aventuras, me extravío como en este caso, (en la 3°) en el disfrute de esa guardería convertida en cárcel de máxima seguridad, en esos malos entendidos entre Andy (el niño dueño de los juguetes) y sus juguetes, en la bellísima y graciosa relación entre Barbie y Ken, con la inagotable pelea que Woody tiene con él mismo y sus amigos, que se debaten su destino entre un ático o algún otro dueño o guardería. Y fundamentalmente, la joya de esta película, la aparición de ese malvado Oso Lotso.


Duelo

Una de las maneras de entender el duelo, es pensar la pérdida como una parte de uno, que se va con el objeto, no es tanto el objeto en sí, sino, lo que hay de uno en ese objeto. “una parte de sí”.

En el final de esta historia, Andy termina donando sus juguetes que lo acompañaron en su infancia, pero cuando está con la nueva dueña, realiza un trabajo de singularización de cada uno de los juguetes, en una escena que es muy difícil contener el famoso nudo en la garganta, ¿por qué emociona esa escena? creo que justamente por esa presentación que historiza a cada uno de los juguetes. La singularización que lleva adelante, a la que será su nueva creadora de aventuras. Hasta que se encuentra en la tarea, a pesar de él, de donar a su fetiche, Woody (Andy pensaba conservarlo en su cofrecito avaro y llevarlo con él a la universidad, pero luego de un artilugio de nuestro héroe Woody que se las ingenia para incorporarse a esa caja con sus amigos). Andy mira, se sorprende, se niega, piensa y cede. Dona. Da. Como un don, lo que está dando es amor, el amor por ese juguete protagonista de sus aventuras de infancia. Lo tiene que dejar ir. Ese amor de Andy por sus juguetes se transfiere, eso se transmite.

Esta película trata sobre el duelo, otra vez los de Pixar se meten con el paso del tiempo, el duelo de los juguetes a su dueño que ha crecido y se va a la universidad, el duelo del mismísimo Andy de sus juguetes, y particularmente su fetiche Woody. También, me parece que una de las tantas virtudes de esta película, es el modo en que están narradas las dubitaciones, debilidades, dudas, de todos los personajes, porque aquí, como en toda buena historia, nadie es del todo puro, del todo malo, (salvo Lotso, que de todos modos, no fue siempre malo, parece que Lotso está enfermo de resentimiento, está enfermo de amor), casi con la mayoría de los personajes tenemos sensaciones encontradas, todos dudan, temen, hay que recordar que en el comienzo de esta trilogía, Woody se enfrenta con Buzz, por ocupar el lugar de privilegio en el afecto de su dueño, y en esa pelea muestran toda clase de hilachas. Estos juguetes se juegan por lo que no están del todo seguro, a veces saltan al vacío, y nos pone en una situación angustiosa como pocas películas de Pixar hasta acá. Es quizás la más humana de la saga.

Cuando trabajaba en aquella escuela, los juguetes eran donados, en la famosa caja de juegos del Gabinete, estaban ahí, amontonados e indiscriminados a simple vista, salvo para sus ocasionales dueños, que sabían muy bien quién lo esperaba dentro de esa caja. Pero finalmente me interesa destacar la manera en que alguien dona algo que ya no le sirve. Dar lo que no cuesta, alivia, limpia un cuarto, y libera la culpa con argumentos del estilo “al menos no lo tiramos”, “se lo damos a alguien que lo necesita”. Eso podría ser muy noble, pero ¿donar juguetes rotos? o libros chatarra, por ejemplo libros escolares de hace unos 20 años, es un acto de crueldad por la ética implícita que conlleva.

A veces creo, que algún niño después de vivir la experiencia Toy Story no sale igual. Del mismo modo que los adultos, somos un poquito otros, aunque de modo imperceptible para los demás,cuando una obra de arte “nos toca”, algo se mete como una semilla, y si el contexto lo favorece, producirá frutos, porque finalmente, de algún modo, somos lo que consumimos.

Los de mi generación, nos educamos con héroes impolutos, moralmente intachables, exageradamente solos en sus hazañas, es decir, inalcanzable en nuestros juegos. Terminábamos siempre heridos al intentar ser lo que jamás seríamos.

Quien vea esta película o alguna de la saga Toy Story, quizás tenga la suerte de ser hechizado por el alma de los juguetes, que gritan, con los actos más nobles, que quieren seguir siendo juguetes, en los tiempos del juguete pedagógico, aparecen ellos y se disponen para ser el medio a la fantasía, a la imaginación, a la creatividad y el juego libre como sostiene la ética de Buzz Lightyear, Hasta el infinito y más allá.

4 comentarios:

  1. Como es usual, tu análisis produce pensamientos, Nestor. No he visto aún la tercera parte (gracias por contar el final) pero descuento que me voy a encontrar con lo que vengo observando en las últimas películas de animación, que, también como padre, tengo la feliz obligación de presenciar: conflictos éticos y drama intergeneracional.
    Pareciera que las grandes productoras, no sólo Pixar, lograron salir del molde de la moralina simple, y confiaron en que el niño puede comprender cuestiones complejas, porque no le son ajenas. Recomiendo en este sentido no perderse estas tres: UP, Cómo entrenar a tu dragón, Shrek 4. Tambien éstas, experiencias transformadoras.
    Aquel que carezca de hijos debería hechar mano de algún sobrino disponible, y coimearlo para que haga acto de presencia justificatorio en cine o videoclub.
    Gracias por compartir palabras.

    Federico G

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Realmente me he quedado particularmente conmovida Nèstor.
    Gracias por compartir tremenda reflexión.
    Rosana Calneggia

    ResponderEliminar
  4. ups.. un despliegue de imágenes que dejan expuesta una letra emocionante cuando traes a tus hijas a la reflexión..
    Buena recomendación..dan ganas de verla.. por supuesto.. que ya la apuntaré en las carteleras de mis pendientes.. eso sí.. prometo hundirme en los paisajes..
    Cariños..

    ResponderEliminar